Pero cada paso que daba, cada metro que caminaba, cada kilómetro que recorría, me acercaba más a él. Ya no era sólo el dueño de mis besos, de mis caricias, de mis deseos, también lo era de mis pensamientos… Toda mi mente, mi cuerpo y mi alma le pertenecían. Pude huir más lejos, ignorar a mi mente y no escuchar a mi corazón…Pero entonces lo entendí.
Comprendí que por mucho que me alejara, lo que sentía por él era mucho más fuerte que la distancia...
Y es que “el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón” ...
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